lunes, 4 de marzo de 2013

Los negocios público-privados con las viejas edificaciones, monumentos, barrios y colonias antiguas, pueblos y centros históricos.


El "desarrollo urbano" es una vieja doctrina política impuesta después de la Segunda Guerra por el gobierno de EUA a los países subdesarrollados, con el propósito de obligarlos a copiar los modos de vida de ese país; busca primordialmente la promoción de los negocios que tengan que ver con la urbanización, independientemente de si benefician o no a la ciudad, la sociedad, las futuras generaciones, las culturas o la ecología. Desde luego, para lograr sus propósitos económicos, el "desarrollo urbano" está obligado a infundir en la sociedad sueños de grandeza (que producen monstruos), a aparentar o simular que beneficia a los ciudadanos y a las culturas, a engañar por sistema. La conservación de centros históricos, pueblos, barrios y colonias antiguas, monumentos, y viejas edificaciones, es otro de aquellos aspectos del "desarrollo urbano" en el que claramente se observa cómo aniquila la riqueza cultural y el tejido social debido a sus urgencias mercantiles o económicas. No debe entonces sorprendernos el negro historial de la secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del DF, la SEDUVI, ejecutora de la política de "desarrollo urbano" en esta ciudad, en lo que concierne a la protección o conservación de eso que llaman "sitios patrimoniales". Desde hace muchos años, facilita cada año la demolición de cientos de casas y edificaciones antiguas que son importantes para la vida de los pueblos, barrios y colonias de nuestra ciudad; lo hace con el fin de promover la construcción de deplorables construcciones mayores, muy subsidiadas, que le permiten expulsar rápidamente a los vecinos y las actividades que dan soporte a la vida de estos sitios, por ser los de mayor arraigo, y promover así el cambio en el uso del suelo, la homogeneización o mercantilización avanzada del territorio y su rápida destrucción cultural; su transformación en zonas urbanas desechables o en una mala caricatura de lo que fueron.

El Centro Histórico de la ciudad de México es un claro ejemplo de un barrio desnaturalizado que perdió la intensa vida vecinal que tenía hace más de medio siglo debido a las agresivas políticas de "desarrollo urbano" del gobierno del DF. Desde 1950 se impulsaron en este barrio, por todos los medios gubernamentales: la eliminación de la vivienda económica, la multiplicación de sus usuarios, la demolición de antiguas casas y edificios, la construcción de edificaciones gigantescas y la introducción abusiva de modernas formas de movilidad motorizada; se buscó así la expulsión de los antiguos habitantes y el predominio de ciertas actividades comerciales especializadas; se le concedió una desmedida importancia al uso del auto y al transporte masivo. Así se implantó en el Centro Histórico un poderoso monocultivo urbano basado en el uso del suelo comercial y de servicios, proceso que desencadenó una terrible inseguridad, se convirtió en el barrio más peligroso de la ciudad, lo que a su vez propició la rápida degradación de las viejas edificaciones y del comercio mismo. Ni siquiera cuarenta años de rescates y la poderosa intervención financiera de Carlos Slim han podido recuperar la potencia vecinal y cultural que le daba vida y sustento a este barrio y que llevó siglos en su formación. La Ciudad de México tiene ahora muerto su corazón: su Centro Histórico es un muerto que camina. Es muy fácil matar a un barrio o una colonia, por medio de nuevas construcciones e infraestructuras de vialidad y transporte, pero, es muy difícil recuperar la manera en que se conservan la vitalidad local, sus características o cualidades naturales, el tejido cultural que le permite reproducirse.

Por otra parte, es importante recordar las históricas movilizaciones de los amantes de las culturas que en décadas pasadas impidieron la destrucción de decenas o cientos de antiguos edificios en el Centro Histórico y en algunos pueblos, hoy en día sepultados por el "desarrollo urbano" del DF. La calle Tacuba y el centro de Coyoacán pudieron sobrevivir así, a los planes de ampliación de vialidades de Uruchurtu quien pretendía demoler una gran cantidad de edificios antiguos en estos sitios, tal como lo hizo en Tacubaya, Mixcoac y otros barrios que fueron virtualmente destazados, para dar facilidades a la barbarie automovilística, el mayor enemigo de la ciudad y las culturas. No obstante, la embestida de los financieros, empresarios y economistas contra las culturas ha sido implacable y creciente: quieren convertir en mercancía cualquier riqueza cultural. Hace algunos años el INBA y el INAH defendían tímidamente a los monumentos y "sitios patrimoniales", sin embargo, fueron invadidos por un peligroso virus cultural: el deseo vehemente de mercantilizar al máximo todo lo que concierne a las culturas. Teotihuacán cayó en manos de Walmart; el Centro Histórico cayó en manos de Slim, Ebrard, Televisa y la industria del turismo. El turismo y la industria del espectáculo se han convertido en la mayor amenaza para la conservación de monumentos, sitios arqueológicos, pueblos, centros históricos, barrios y colonias antiguas, viejas casas y edificaciones. Las "multitudes instantáneas" que producen estas actividades depredan eficazmente estos sitios. Los llamados "pueblos mágicos" se uniformizan, todos empiezan a parecer iguales, al igual que los centros históricos de nuestras viejas ciudades, los barrios tradicionales y las artesanías; gracias a la mercadotecnia público-privada se han convertido en una mala caricatura de lo que fueron alguna vez. El síndrome de la "zona rosa" amenaza hoy a la Condesa, Polanco y la Roma.

La diversidad de casas y edificaciones en los barrios y colonias, en los pueblos y ciudades, muy necesaria para la subsistencia de los pobres y la formación cultural de los niños, se logra con el arraigo de los vecinos, con aquellos vecinos que evitan hacer negocio con su casa, con la defensa vecinal y ciudadana de las construcciones antiguas que cobijan las actividades que hacen posible su conservación real, no aparente, a muy bajo costo para la sociedad. Los muros de la ciudad enseñan mucho a los niños. Únicamente los vecinos del pueblo, barrio o colonia pueden realmente salvar, proteger, conservar la diversidad, la identidad, las culturas que tienen estos lugares; para conseguir mayor efecto, crean grupos, redes autónomas de defensores de la colonia, demarcación o de la Ciudad de México. Las leyes, los reglamentos y los programas gubernamentales podrían llegar algún día servir a la conservación de los "sitios patrimoniales", lamentablemente en México habitualmente hacen lo contrario, ya que están hechas por falsos representantes populares. Por otra parte, las leyes, reglamentos y programas de "desarrollo urbano" constituyen una peligrosa colonización del imaginario social mexicano, son un gran engaño, un veneno cultural, por lo que deben desaparecer si es que queremos frenar la muerte de la Ciudad de México. En lo inmediato habría que exigir al menos algunos cambios importantes para la defensa de la riqueza cultural de los pueblos, barrios y colonias de la Ciudad de México, como los siguientes:

1. Quitarle a la secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, la SEDUVI, la función de proteger, conservar, catalogar las edificaciones antiguas, los pueblos, barrios y colonias antiguas, los "sitios patrimoniales" de la Ciudad de México. La SEDUVI es el enemigo nato de la riqueza histórica y arquitectónica de esta ciudad.

2. Convertir en calles "libres de automóviles" o peatonales a todas las calles que tengan edificaciones antiguas (mayores a 75 años).

3. Exigir la renuncia del nuevo titular de la SEDUVI, el Ing. Simón Neumann Ladezón, exitoso empresario del ramo inmobiliario y de la construcción, con una larga experiencia en la construcción de modernas torres de vivienda y gran amigo de otros grandes empresarios de estos ramos.




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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
¡Descrecimiento o Extinción!



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